Para conseguir la grandeza humana, no es necesario ser más ni menos que los demás, solo se trata de ser auténticos

Por: Neighbors’ Consejo|

Durante los años de trabajo de Neighbors´ Consejo y, a través de las diferentes experiencias de vida de todos los vecinos que nos han visitado; nos ha quedado claro que la grandeza de nuestros pacientes se encuentra en  la calidad de ser humano que cada uno es, es decir, que lejos de estar relacionado a las cosas materiales o a los logros, la grandeza de cada persona está en su interior, en la autenticidad que lo caracteriza a la hora de ser, pensar y actuar de manera íntegra consigo mismo y con los demás.

De acuerdo con Martha Llanos (2023), la grandeza humana está vinculada a características personales de cooperación, solidaridad y autocompasión. Pues, una persona considerada por su nivel de grandeza se destaca por alegrarse del bien personal y colectivo, desear el bienestar de los demás. A su vez, su actuar es coherente con valores intrínsecos como la empatía, el respeto, la honestidad y la generosidad.

En ese mismo sentido, Maite Nicuesa (2014), afirma que una persona que se destaca por su grandeza es sincera, tiene valores humanos y gestos que resultan un ejemplo y referente para los demás. Más allá de ser personas solidarias, se destacan por su sentido de humanidad que busca trasmitir paz y esperanza, convierten al intento por transformar el mundo en su sentido de vida.

“No es la altura, ni el peso, ni la belleza, ni un título o mucho dinero lo que convierte a una persona en grande. Es su honestidad, su decencia, su amabilidad y respeto por los  sentimientos e intereses de los demás. Cuando habla de frente y vive de acuerdo a lo que habla, cuando trata con cariño y respeto, cuando mira a los ojos y sonríe. Una persona es grande cuando comprende, cuando se coloca en el lugar del otro cuándo obra no de acuerdo con lo que esperan de ella, sino de acuerdo con lo que espera de sí misma”

Madre Teresa de Calcuta

Según el consultor empresarial Global George Brooks (2020), las capacidades que hacen al individuo completamente humano, comprenden lo que él ha denominado “las los ocho grandes”, las cuales al interconectarse y trabajar conjuntamente, sacan y promueven lo mejor de las personas y de los  equipos, estas son:

  1. Confianza: Es quizás la más significativa, pues, es la base para el desarrollo de las demás capacidades. La confianza se construye a partir del patrón de actos desinteresados como: brindar tiempo, atención y recursos a los demás sin esperar ningún tipo de retribución. Lo cual, ayuda a estrechar los vínculos humanos, fortalecer la seguridad psicológica y conseguir que sensaciones como el miedo sean más manejables.

Además, la confianza implica crear un sentido de misión compartida con un propósito significativo; brinda una sensación de seguridad, que fortalece la resiliencia y cooperación colectiva; facilita la obtención de riesgos saludables y fomenta la mentalidad en crecimiento y la imaginación. Todo lo cual promueve lo mejor de cada individuo en un ambiente de felicidad y compasión que lleva a procesos de transformación personal y colectiva.

  1. Cooperación colectiva: Los logros humanos son el resultado de la capacidad del individuo para desarrollar redes de apoyo social. Pues cuando las personas trabajan en equipo impulsados ​​por la confianza y el propósito, combinan sus fuerzas e inteligencia para resolver problemas.
  2. Imaginación: El ser humano es la única especie cuya respuesta a los problemas es imaginar escenarios, representarlos e imaginar posibles resultados. Esta surge cuando la confianza, el propósito y la cooperación colectiva están activados y cuando el fracaso es una opción viable.
  3. Propósito significativo: El individuo siempre está buscando el significado de las cosas, el ¿por qué? y ¿para qué?, y las respuestas se convierten en motivación y ayudan a crear un sentido de pertenencia.
  4. Resiliencia: Todas las personas se ven enfrentadas a situaciones difíciles que pueden hacerles sentir desbordados, pero su capacidad y rapidez con la que vuelven al equilibrio es lo que se conoce como resiliencia.
  5. Compasión: La especie humana tiene la capacidad de considerar la perspectiva del otro y sentir su dolor. Lo cual ayuda a cultivar la compasión, puesto que despierta la voluntad de ayudar a los demás, es decir, el valor de la empatía.
  6. Felicidad: Generalmente el ser humano tiende a prestar mayor atención a lo negativo que a lo positivo, quizás, sea hora de cambiar de actitud, ya que, cuando la gente es feliz, se enorgullece y se apropia de su trabajo. Lo cual, le permite imaginar grandes cosas y servir a los demás.
  7. Práctica transformadora: Los humanos tienen el poder de evaluar, procesar, crecer. Florecer ante el cambio requiere confianza mutua, una mente abierta a diferentes posibilidades y la práctica continua. Para este autor la transformación se da en tres etapas:
  8. Aprendizaje: Recoger información a través de la lectura y/o la escucha.
  9. Personalización: Pensar en cómo el conocimiento se aplica a su propia vida y reconocerlo en un momento eureka.
  10. Meditación o práctica: Ensayar la perspicacia hasta que se convierta en parte de lo que eres, hasta que cambie la forma en que piensas y te comportas.

En base a lo anterior, queda claro que lo que hace grande a las personas está en los detalles más esenciales de su ser, en la capacidad de sentir y valorar todo aquello que está y sucede a su alrededor, tener un sentido de vida que vaya en pro de la transformación social, que pueda ser considerada motivo de inspiración.

En este sentido, Martha Llanos (2023) con base en los planteamientos del Papa Francisco (2019), analiza que la verdadera grandeza proviene de afrontar las dificultades de la vida y requiere constancia, claridad, paciencia y aprecio; las tareas comunes con frecuencia tienen un efecto positivo más grande; el servicio a los demás permite un crecimiento personal y, que el autoestima se fortalece cuando se logran objetivos difíciles.

La verdadera grandeza se encuentra en la sencillez del amor a sí mismo y a los demás, cuando amamos realmente trascendemos, pues, se conectan el ser con todo lo que le rodea, permitiendo otorgar un valor y aprecio a cada persona, con miras a la acción compasiva y bondadosa. Lo que es similar a lo planteado por Rafael Alvira (2006), quien plantea que

“amar al prójimo significa respetarle en su ser -para lo que hace falta tomárselo en serio como ser-, y además añadirle algo con la propia generosidad. Así pues, para poner el ser, hace falta renunciar al ser (propio): ser y no ser.”

Es importante entonces, comprender que la grandeza humana está en contravía de la competencia y la superioridad sobre otros, características muy destacables de la sociedad actual. La cual, ha normalizado las expectativas de la belleza física, económica, moda, aceptación social, etc., restando valor a la esencia de las personas, a la dignidad humana y a la autenticidad.

En relación a esto, Pedro Salvador (2010) en su interpretación del pensamiento aristotélico en la actualidad establece que

El hombre que sólo aspira a su engrandecimiento propio, atribuye a un valor inferior a todo lo demás. Comparado con su yo, el resto del mundo es inexistente”. En tal sentido el autor invita a adoptar una adoptar disciplina hacia la sociedad, que le permita a las personas evitar una conciencia en la unidad o la codicia, por el contrario, llegue a ser un ser humanitario, que gane al dar y así pueda alcanzar una vida más grande y plena.

En efecto, es cada vez más común identificar personas que han creado una imagen irracional de grandeza de sí mismo, toda vez, que llegan a considerarse extremadamente extraordinarios, en diferentes áreas (corporal, religioso, económico, de poder, etc), y por lo cual terminan priorizando la vanidad, la apariencia, las posesiones, es decir, lo superficial o material y no el propio ser.

Desde el punto de vista de la psicología esta creencia irracional, recibe el nombre de “delirio de grandeza”, este es un tipo de trastorno delirante clasificado en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales en su quinta edición (DSM-5, 2014), de origen multifactorial, que se caracteriza por la creencia falsa de diferentes aspectos de la vida, para el caso acá mencionado se considera el subtipo: De grandeza, cuyo el tema central es la convicción de tener cierto talento o conocimientos, o de haber hecho algún descubrimiento importante, o que se mantiene una relación especial con una persona importante, incluso, de que él mismo es una persona importante.

Ahora bien, un megalómano o persona con delirio de grandeza, hace una valoración exagerada o un error en la interpretación de sus habilidades, por lo que generalmente las ponen a prueba, la imagen que tiene de sí mismo lo cega a tal punto que niega la realidad, y al ser confrontado atribuyen  la problemática a los demás, suele ser confundida con tener una gran autoestima. Sin embargo, al contrario de lo que se cree estas personas tienen una baja autoestima y buscan protegerse de forma inconsciente a través de su propia exaltación. (Pacual, 2022; Silgado, 2020) 

Otras características de estas personas incluyen rasgos de personalidad de arrogancia y prepotencia, pues al concebirse como seres extraordinarios o superiores, tienden a desvalorizar a los demás, son incapaces de realizar autocrítica y por tanto no consiguen una mejor versión de sí mismos. Tienen carácter voluble e indeciso y algunas veces agresivo; tienden a dar una imagen idealizada de sí mismos y no son conscientes de ello, generalmente, envidiada a todo aquel que está a su lado, pues desean superarles. (Zafra, 2021; González, 2020).

Ahora bien, el delirio de grandeza puede estar asociado a características de la personalidad narcisista, antisocial, también en personas sobreprotegidas en la niñez, o como plantea Louise Isham del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Oxford, puede darse como un mecanismo de protección» para personas que vulneradas (BBC News Mundo, 2018), por ejemplo en personas que han vivido en entornos agresivos y violentos, ya que, fantasear con ser alguien diferente y extraordinario puede considerarse la forma de camuflar su realidad.

En los casos más graves, el delirio de grandeza está relacionado con otros trastornos como la esquizofrenia, el Trastorno psicótico breve, los Trastornos relacionados con el uso de sustancias, el Trastorno bipolar, la demencia. Y, aunque sea considerado un trastorno de difícil diagnóstico, por la resistencia del paciente a aceptar la problemática y por tanto la ayuda terapéutica, es necesario buscar ayuda profesional que le permita reconocer las creencias de grandeza e intentar modificar la percepción falsa de las propias capacidades.

En resumen, la grandeza humana no se mide por la comparación con los demás o por la acumulación de logros materiales, sino por la autenticidad y la integridad en la forma de ser, pensar y actuar. Neighbors’ Consejo ha evidenciado que la verdadera grandeza de una persona reside en su calidad humana, en su capacidad de ser auténtico y de tratar a los demás con respeto y compasión. Nuestro valor como seres humanos no radica en nuestras posesiones o títulos, sino en nuestra capacidad de ser genuinos y de relacionarnos de manera íntegra con nosotros mismos y con los demás, contrario a la idea delirante de superioridad y poder, que resulta común en la sociedad actual.

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