¿Tienes el control de lo que piensas, haces y sientes? Así funciona la impulsividad

Por: Neighbors’ Consejo|

El término impulsividad, generalmente se relaciona con una característica de la personalidad. Sin embargo, para la psicología esta expresión ha representado gran dificultad a la hora de unificar el concepto, pues desde las distintas teorías se brinda una noción con características, evaluación y complejidad diferente.

Para el propósito de este artículo, se incluyen algunos conceptos encontrados en revisiones y compilaciones como el de La undécima edición de los Encuentros Jurídico-Psiquiátricos de Córdoba (2017), donde citando a (Moeller et al, 2001), se plantea que la impulsividad “es la predisposición hacia las reacciones, rápidas y no planificadas, a estímulos externos o internos, en la que hay una percepción disminuida de las consecuencias negativas de estas acciones, tanto para el individuo como para los demás” o, el concepto presentado por Murray (1938), quien la describe como “la tendencia a responder de forma rápida, sin pensar ni reflexionar sobre las consecuencias o efectos de los actos”. Es pocas palabras, es la tendencia del individuo a actuar rápidamente siguiendo un impulso.

Según el diccionario Merriam Webster, el impulso es “una repentina inclinación espontánea o incitación a alguna acción generalmente no premeditada”. Esta noción parte del pensamiento más primitivo del ser humano, donde esté reaccionaba de manera instintiva y automática a las necesidades del entorno, es decir, movido por sus emociones. De lo anterior se puede concluir que la impulsividad se relaciona directamente con la falta de control de las emociones, de la conducta y de los impulsos.

Con lo dicho hasta aquí se pueden identificar aspectos de la impulsividad como el comportamiento, las emociones, las experiencias, el pensamiento, el autocontrol, etc., y que la ubica como un constructo biopsicosocial, es decir integrado por factores biológicos, psicológicos y sociales.

En efecto, Luciano L’Abate, (1993) sugiere que la impulsividad puede ser aprendida en modelos de familias caracterizada por la inmediatez, es decir que reaccionan de manera inmediata para conseguir lo que se quiere. Por otra parte, la neurobiología ha permitido identificar alteraciones en al menos, tres sistemas neuronales que intervienen en la generación y regulación de las emociones en las personas impulsivas. (Orozco & Herin, 2008). En el mismo sentido Luis Oblitas, plantea que la neurociencia ha demostrado una relación directa entre la función neural de los procesos cognitivos y el de las emociones y que se correlacionan a su vez con la conducta.

Ahora bien, continuando con el tema y siguiendo a Ernest Barratt, creador de la Escala de Impulsividad, Barratt [BIS], (citado en Paz, et al., 2020), quien plantea que la impulsividad se compone de tres factores generales que a su vez describen seis dimensiones específicas así:

  1. Impulsividad motora: Tendencia a actuar movido por las emociones del momento y combina las dimensiones de:
  2. Motora: La tendencia a actuar según los estados emocionales transitorios.
  3. Perseverancia: Se entiende como el estilo de vida consistente con regularidad en costumbres y hábitos, la persona se siente incapaz de esforzarse para cambiar una situación.
  4. Impulsividad atencional: Se caracteriza por un bajo control sobre la intrusión de pensamientos y dificultades con la atención sostenida y combina las dimensiones de:
  5. Atención: Poca capacidad del individuo para mantener su concentración durante la realización de una tarea.
  6. Inestabilidad cognitiva: La tendencia a distraerse debido a la interferencia de sensaciones y pensamientos intrusivos. 
  7. Impulsividad por imprevisión: Implica un estilo de procesamiento de la información apresurado que lleva a la toma de decisiones rápidas, sin planeación y con orientación hacia el presente y combina las dimensiones de:
  8. Autocontrol: Poca orientación del sujeto a pensar y planear sus acciones.
  9. Complejidad cognitiva: Comprende el disfrute de pruebas mentales desafiantes, implica procesamiento de la información acelerados.

Los componentes descritos anteriormente, demuestran que la impulsividad hace parte de la personalidad del individuo, si la entendemos tal como lo plantea La Organización Mundial de la Salud (OMS) que la describe como “las pautas de pensamiento, sentimiento y conducta profundamente arraigados, que caracterizan el estilo y el modo de adaptación únicas de una persona, que son consecuencia de factores constitucionales, del desarrollo y de la experiencia social”. (Monteserín, 2010). Es decir, esa respuesta del individuo frente a un estímulo y que determina el estilo en que el individuo se adapta a la sociedad.

Cabe aclarar que, la impulsividad no se considera una enfermedad independiente, sin embargo, dependiendo el nivel de impulsividad si llega a considerarse patológica y es característico de algunos trastornos. Para el Instituto Nacional de Salud Mental (NIMH), la impulsividad como síntoma es “el actuar sin pensar o la dificultad de autocontrol” y se le asocia a una gran cantidad de problemas por desórdenes impulsivos en mayor frecuencia con: la agresividad y el riesgo de suicidio, las compras compulsivas y las adicciones, el consumo de sustancias, la bipolaridad, el déficit de atención, y los trastornos de personalidad límite, histriónica y antisocial, también con menor frecuencia se relaciona a trastornos alimenticios, bajo rendimiento académico, sobrepeso, toma de decisiones, regulación emocional y problemas de sueño. (Riaño, et al., 2015)

Además, en la quinta edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los trastornos mentales (DSM-V) se presenta como un componente esencial de la categoría de los trastornos disruptivos, del control de impulsos y de la conducta, cuya clasificación comparten como característica principal los problemas con la regulación de comportamiento y de las emociones, que se convierte en comportamientos que, violan los derechos de los demás o transgreden las normas y la autoridad. (Asociación Americana de Psiquiatría, 2014)

Para el autor Dickman, citado en Squillace, et al. (2017) la impulsividad clasificación en dos formas: 

  1. La impulsividad funcional (IF): Relacionada con el entusiasmo, la toma de riesgos, búsqueda de aventura, niveles de actividad elevada y audacia. Se asocia a estilos de procesamiento rápido y efectivo donde el individuo al actuar rápidamente recibe un beneficio.
  2. La impulsividad disfuncional (ID): Relacionada con conductas desordenadas e improductivas que no representan ningún beneficio. Se asocia a comportamientos precipitados, tendientes al desorden, pensamiento irreflexivo para la toma de decisiones. Lo que implica indiferencia sobre las consecuencias de los actos al no poder preverlos.

Ambos tipos de impulsividad determinan la manera de actuar del individuo, pero a su vez interfiere en la forma de relacionarse con el entorno. Partiendo de esta categorización y haciendo énfasis en la impulsividad disfuncional (ID), algunas características que se pueden encontrar son:

Las personas impulsivas hacen y dicen cosas sin pensar, aunque después pueda o no arrepentirse de ello; son impacientes y se irritan con facilidad, muestran poca tolerancia al aburrimiento y a la frustración; generalmente piensan en el momento, no planifican el futuro y tampoco el tiempo, por lo suelen ser desorganizados e impuntuales y hacen todo a última hora; les gusta las experiencias de alto riesgo.

En algunos casos suelen realizar conductas para aliviar la ansiedad resultado de la impaciencia que los caracteriza como: tocarse las manos, mover las piernas, los atracones de comida, etc., pueden actuar de forma inapropiada y provocar discusiones, difícilmente respetan el turno, responden de manera inmediata a los estímulos sin planificar la respuesta, no son constantes en las actividades y suelen dejar las cosas sin terminar.

Más allá de que la impulsividad se encuentre descrita dentro de las conductas disfuncionales y patológicas, lo importante es comprender la forma en que se interpreta y reacciona ante los diferentes estímulos del ambiente y de qué manera esto influye en la vida diaria propia y la de los demás.

Por lo que Natalia franco psicóloga sanitaria y miembro del equipo del Área Humana, propone 8 acciones para aumentar el control de los impulsos y favorecer la regulación emocional:

  1. Identificar lo que se siente: Identificar la emoción o sensación (Ira, ansiedad, frustración) será el primer paso para poder interpretarla y regularla.
  2. Aceptar las emociones menos agradables: No se pueden evitar, cumplen una función, son parte esencial de las experiencias de vida y del comportamiento, sin ellas no se identificaron las positivas, ni se podría responder a los sistemas de alerta o de defensa.
  3. Cambiar el discurso: Evitar quejarse y reconocer las creencias y pensamientos que afectan el buen funcionamiento. 
  4. Demorar la acción impulsiva: Parar, contar hasta 10, no permitir que la conducta controle la situación.
  5. Distraerse: Cambia el foco de atención, ayuda a demorar los impulsos.
  6. Anotar, los pros y los contras: Escribir las consecuencias positivas o negativas de la forma de actuar frente a una misma situación. Después se comparan por nivel de prioridad, lo que le ayudará a descubrir las motivaciones en la toma de decisiones para posteriormente hacerlo de forma reflexiva y eficaz.
  7. Clarificar el punto de no retorno: Detecta el momento en que se actúa de manera automática e incontrolada, para salir de la situación.
  8. Respirar: La respiración abdominal o diafragmática ayudará a controlar los impulsos y a demorar la reacción.

Recuerde siempre que sea necesario buscar ayuda profesional, para que establezcan el tratamiento adecuado, que generalmente incluye técnicas de autocontrol y afrontamiento, identificación de conductas problema y su reacción, técnicas de relajación para controlar la hiperactivación, técnicas de regulación emocional, etc.

Referencias:

Asociación Americana de Psiquiatría. (2014) Manual diagnóstico y estadístico de los tras-tornos mentales (DSM-5), 5a Ed. Arlington, VA.

El Instituto Nacional de Salud Mental (NIMH). https://www.nimh.nih.gov/

Franco Natalia. (S. F.). Impulsividad: Origen del comportamiento impulsivo y estrategias de cambio, aspectos psicológicos en la conducta impulsiva. Área Humana Investigación, innovación y experiencia en Psicología. Recuperado de: https://www.areahumana.es/impulsividad/

L’Abate, L. (1993). Una teoría familiar de la impulsividad. En WG McCown, JL Johnson y MB Shure (Eds.), El cliente impulsivo: Teoría, investigación y tratamiento (págs. 93–117). Asociación Americana de Psicología. Recuperado de: https://psycnet.apa.org/record/2004-14108-006

Medina, A., Moreno, M., Lillo, R., & Guija, J. (2017). Los trastornos del control de los impulsos y la psicopatias: Psiquiatría y Ley. Córdoba-Argentina: Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental. Recuperado de: https://fepsm.org/files/publicaciones/Los_trastornos_del_control_de_los_impulsos_y_las_psicopat%C3%ADas.pdf

Merriam Webster. (Dakota del Norte). Impulso. En el diccionario Merriam-Webster.com. Recuperado de: https://www.merriam-webster.com/dictionary/impulse

Moeller, F., Barratt, E., Dougherty, D., Schmitz, A. & Swann, Y. (2001). Aspectos psiquiátricos de la impulsividad. Am J Psiquiatría. 158 (11): 1783–93. Recuperado de: https://ajp.psychiatryonline.org/doi/full/10.1176/appi.ajp.158.11.1783

Monteserín, M. (2010). La impulsividad conductual. Papel del comportamiento materno y el desarrollo de habilidades tempranas de regulación emocional en los niños [Graziano, PA y col., 2010]. Revista aperturas psicoanalíticas, 19(042), 333-353. Recuperado de: http://www.aperturas.org/articulo.php?articulo=0000780

Oblitas, Luis A. (s. f.). Las Emociones y su importancia en la Psicología. Instituto Salamanca. Recuperado de: https://institutosalamanca.com/blog/las-emociones-y-su-importancia-en-la-psicologia/

Orozco, L., & Herin, D. (2008). Neurobiología de la impulsividad y los trastornos de la conducta alimentaria. Revista colombiana de psiquiatría37(2), 207–219. Recuperado de: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2762232/#R9

Paz, M., Luna, C., Lumello, M. & Galaverna, F. (2020). Análisis de impulsividad y agresividad mediante Barratt Impulsiveness Scale y Buss-Perry Aggression Questionnaire en argentinos. Anuario de Investigaciones de la Facultad de Psicología5(7), 1-15. Recuperado de: https://revistas.unc.edu.ar/index.php/aifp/article/view/31675

Riaño, D., Guillén, A. & Buela, G. (2015). Conceptualización y Evaluación de la Impulsividad en Adolescentes: una Revisión Sistemática. Universitas Psychologica, 14(3), 1077-1090. Recuperado de: http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1657-92672015000300024

Squillace, M., & Picón, J. (2017). Impulsividad, un constructo multifacético: validación del CUBI. Revista Evaluar, 17 (1), 01-17. Recuperado de: https://revistas.unc.edu.ar/index.php/revaluar

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