¿Qué es el duelo? y ¿Por qué, llega a convertirse en patológico?

Por: Neighbors’ Consejo|

El duelo es un término que comúnmente se relaciona con la muerte, pero, cabe aclarar que esta es tan solo una de las formas en las que los seres humanos reaccionan a través de este proceso psicológico – “duelo”- que está ligado al sufrimiento personal y que sin ser identificado como un trastorno, es quizás uno de los motivos de consulta más frecuente en psicoterapia.

La palabra duelo, proviene del latín dŏlus, que significa: Dolor, lástima, aflicción o sentimiento. De acuerdo con Matilde Pelegrí et al., (2011), el duelo es un estado y un proceso que sigue a una pérdida. Por su parte, Erika Meza et al., (2008a), lo explica “como una reacción emocional y de comportamiento en forma de sufrimiento y aflicción cuando un vínculo afectivo se rompe; también, se considera una reacción natural producto de la pérdida de una persona, animal, objeto o evento significativo.” En pocas palabras, es la respuesta que se da frente a las pérdidas afectivas.

De acuerdo con Iosu Cabodevilla (2007a) con base en Pangrazzi (1993), existen diferentes tipos de pérdidas que clasifica en cinco grupos:

  1. Pérdida de la vida: Es la pérdida total, ya sea de otra persona, animal o de la propia vida en casos de enfermedades terminales en el que la persona se enfrenta a su final.
  2. Pérdidas de aspectos de sí mismo: Tienen que ver con la salud, pueden incluir pérdidas físicas como las referidas a partes del cuerpo o las capacidades sensoriales, cognitivas, motoras, como también las psicológicas. Por ejemplo, la autoestima, o valores, ideales, ilusiones, etc.
  3. Pérdidas de objetos externos: Son las que no tienen que ver directamente con la persona; se trata de pérdidas materiales como el trabajo, mudarse a otra casa, la situación económica, pertenencias y objetos.
  4. Pérdidas emocionales: Como las rupturas con la pareja o amistades.
  5. Pérdidas ligadas con el desarrollo: Las relacionadas al propio ciclo vital como puede ser el paso por las distintas etapas o edades, infancia, adolescencia, juventud, menopausia, vejez, etc.

Cada vez que existe una pérdida significativa como las arriba descritas, se produce el duelo, su intensidad y duración varían para cada persona y situación, pues éstos no dependen del objeto que se pierde, sino del valor que la persona le atribuye a este y a la propia pérdida. Lo que en palabras de Erika Meza et al (2008b), “representa lo esencial del duelo que es el apego y la pérdida, estos autores precisan que aquello que se pierde, es de gran importancia y significado para el o los que le pierden, y que ambos conforman vínculos afectivos muy estrechos.”

Afrontar la pérdida, significa reconocer y aceptar los sentimientos, pensamientos y conductas que se imponen ante la situación. Ahora, si bien el duelo se expresa desde una dimensión afectiva bastante amplia, está también da origen a manifestaciones físicas, cognitivas y conductuales, como explica J. William Worden en su libro “El tratamiento del duelo: asesoramiento psicológico y terapia” y se menciona a continuación:

  1. Manifestaciones afectivas o sentimientos:

a) Tristeza: resulta ser la emoción más frecuente en el duelo y provoca un profundo decaimiento.

b) Enfado: Proviene de dos fuentes: 1. La sensación de frustración ante el hecho de que no había nada que se pudiera hacer para evitar la pérdida; y, 2. Una especie de experiencia regresiva donde la persona se siente desamparada, incapaz de existir sin el otro, y luego a experimentar enfado y que comúnmente se dirige hacia los otros como el médico, la funeraria, la propia familia, a un amigo insensible y a Dios. Pero, también puede darse el caso de que este sea dirigido hacia sí mismo, lo que resulta muy peligroso.

c) Culpa y autorreproche: Se produce una culpa irracional por no haber hecho lo suficiente, generalmente la culpa se manifiesta respecto a algo que se hizo o se dejó de hacer al momento de la pérdida, por ejemplo, no haber llevado a la persona al hospital antes.

d) Ansiedad: Puede oscilar entre una ligera sensación de inseguridad y fuertes ataques de pánico, cuanto más intensa y persistente sea, más sugiere una reacción de duelo patológica. Proviene de dos fuentes: 1. El temor a no poder cuidar de sí mismo solo; 2. Una conciencia más intensa de la sensación de muerte personal.

e) Soledad: Particularmente en los casos donde existía relación estrecha, del día a día.

f) Fatiga: Se puede experimentar como apatía o indiferencia.

g) Impotencia: Se presenta en las primeras fases de la pérdida.

h) Shock: Muy común, muestra mayor intensidad en las pérdidas inesperadas o repentinas.

i) Anhelo. Se desea o añora lo que se perdió.

j) Emancipación: Puede considerarse un sentimiento positivo, pues se percibe como la liberación del vínculo afectivo, sobre todo cuando el objeto de la pérdida ha resultado malvado o tirano.

k) Alivio: Muy frecuente en los casos donde se sufrió una enfermedad larga y dolorosa. Sin embargo, a la sensación de alivio le acompaña la culpa.

l) Insensibilidad: Ausencia de sentimientos. Ocurre como una protección al flujo de sentimientos desbordantes.

  1. Sensaciones físicas: Surgen como expresiones somáticas, que incluyen dolores de naturaleza inespecífica, como:

a) Vacío en el estómago.

b) Opresión en el pecho.

c) Opresión en la garganta.

d) Hipersensibilidad al ruido.

e) Sensación de despersonalización: Por ejemplo, cuando la persona camina calle abajo y nada le parece real, ni siquiera el mismo.

f) Falta de aire.

g) Debilidad muscular.

h) Falta de energía.

i) Sequedad de boca.

  1. Manifestaciones Cognitivas:

Ciertos pensamientos resultan comunes y normales en las primeras fases del duelo, para posteriormente desaparecer. Pero también, existe el caso donde los pensamientos persisten y desencadenan sentimientos que provocan depresión o un problema de ansiedad, como lo son:

a) Incredulidad: Cuando se conoce la pérdida.

b) Confusión: La persona no logra ordenar sus pensamientos, tienen dificultad para concentrarse o se le olvidan las cosas.

c) Preocupación. Se da con pensamientos obsesivos hacia el objeto de la pérdida, por ejemplo: recuperar a la persona perdida. Pensamientos intrusivos como: imágenes del fallecido sufriendo o muriendo.

d) Sentido de presencia. La persona puede pensar que el objeto perdido aún está presente.

e) Alucinaciones. Tanto visuales como auditivas. Suelen ser experiencias ilusorias pasajeras.

2. Manifestaciones de la conducta:

a) Trastornos del sueño: Representa dificultad para dormir y despertar. En los duelos normales se corrigen solos, pero si el trastorno persiste, podría ser indicador de una depresión más seria. Igualmente, este trastorno puede relacionarse con algunos miedos, como: a soñar, a estar en la cama solo, a no despertarse, etc.

b) Trastornos alimentarios: Se pueden manifestar comiendo demasiado o muy poco.

c) Conducta distraída: Las personas difícilmente logran centrar su atención y al actuar de manera distraída, se pueden percibir haciendo cosas que les producen incomodidad o les hacen daño.

d) Aislamiento social: Las personas que han sufrido una pérdida generalmente quieren aislarse del resto de la gente, también incluye la pérdida de interés por el mundo externo.

e) Soñar con el objeto perdido: Se puede dar como sueños angustiosos, pesadillas o sueños normales. Estos son claves para indicar la situación de la persona en el curso de su duelo.

f) Evitar recordatorios del objeto de la pérdida: Como lugares o cosas que les provocan sentimientos dolorosos. Así, cuando la persona en duelo se libra rápidamente de las cosas asociadas a la pérdida, deshaciéndose de ellas o haciéndolas desaparecer de alguna manera posible, puede derivar en un duelo complicado ya que no es una conducta sana.

g) Buscar y llamar en voz alta: Es muy común comentarios asociados, como: “mamá, mamá. Por favor vuelve conmigo”.

h) Suspirar. 

i) Hiperactividad desasosegada: La persona trata de estar ocupado todo el tiempo; evitar los objetos o símbolos recordatorios del objeto perdido, o, todo lo contrario, se apega de forma extrema a los objetos o lugares que le recuerdan el objeto perdido.

 j) Llorar: Las lágrimas alivian el estrés emocional, el cual produce un desequilibrio químico en el cuerpo, y según algunos investigadores se cree que las lágrimas se llevan las sustancias tóxicas y ayudan a restablecer la homeostasis.

k) Visitar lugares o llevar consigo objetos que recuerdan al objeto de la pérdida: Esta conducta puede reflejar el miedo a olvidar.

l) Atesorar objetos que pertenecían al fallecido: Durante algún tiempo puede considerarse como normal. Sin embargo, si esto persiste durante el proceso del duelo pueden ser indicadores de un duelo más complicado. 

Las reacciones experimentadas por la persona varían entre la lista anteriormente presentada, como ya se mencionó cada persona vive la pérdida de una forma diferente, pues influyen muchos factores como: la cultura, el bagaje genético, el medio social, la historia personal de vida, el ciclo vital o edad, las creencias, la personalidad, las estrategias de afrontamiento, etc. (Cabodevilla, 2007b)

Desde esta perspectiva, el duelo se concibe como una combinación de síntomas somáticos, cognitivos, emocionales y conductuales, que se dan por etapas o fases dentro de un proceso que resulta dinámico, individualizado y multidimensional y que ha sido explicado desde diferentes modelos teóricos.   

El proceso de duelo es descrito por Patricia León (2011), desde la posición de Sigmund Freud, como la reacción de un sujeto cuando la realidad le muestra la pérdida de la persona, animal, objeto o idea y se hace necesario el retiro del apego del objeto de la pérdida. Todo esto a partir de una serie de conflictos internos que exigen tiempo, energía y un trabajo de rememoración, donde el sujeto intenta desligar su afecto de cada recuerdo y expectativa, para lograr el desapego.

En relación a esto Freud en su trabajo “Duelo y melancolía” concluye que una vez realizado el proceso de duelo, el Yo nuevamente se vuelve libre y desinhibido y le permite a la persona abrirse a nuevas posibilidades para afrontar la realidad (Sopena, 2010).

Varios autores han identificado el proceso de duelo por fases o etapas, todos han expuesto sus modelos que contienen pequeñas variaciones, pero también elementos comunes. Donde el proceso es dinámico y no secuencial, pues existen fluctuaciones entre las etapas. Quizás uno de los modelos más reconocido es el John Bowlby quien plantea cuatro fases: (Citado en Flórez, 2009a)

  1. Fase de entumecimiento o shock: Es la fase temprana de intensa incredulidad, desesperación, se caracteriza por el aturdimiento, la negación, la cólera y la no aceptación. La persona puede actuar como si nada hubiera sucedido, o en cambio paralizarse y permanecer inmóviles. El estado de shock se da como mecanismo de protección para dar a las personas tiempo de afrontar y aceptar la situación. Esta fase, puede durar un momento o varios días y la persona fácilmente puede recaer en esta fase varias veces durante el proceso de luto (Forma en que se expresa la pérdida en público).
  2. Fase de anhelo y búsqueda: Es un periodo de intensa añoranza y de búsqueda del objeto de la pérdida, se caracteriza por inquietud física y pensamientos permanentes sobre lo perdido dada la urgencia de encontrar, recobrar y recuperar aquello que se perdió. Puede durar varios meses e incluso años de forma atenuada.
  3. Fase de desorganización y desesperanza: En esta la realidad de la pérdida comienza a establecerse, la sensación de sentirse arrastrado por los acontecimientos es la dominante y la persona puede experimentar una tristeza profunda, acompañada de llanto incontrolado. La persona se siente vacía y con una gran soledad. Puede parecer desarraigada, apática, indiferente y desinteresada, es común que presente insomnio, experimente pérdida de peso y sensación de que la vida ha perdido sentido. La persona suele revivir los recuerdos y aceptar que son sólo eso, le produce una sensación de desconsuelo.
  4. Fase de reorganización: Es una etapa donde la persona se adapta a nuevos patrones de vida sin el objeto perdido, el individuo empieza a experimentar la sensación de reincorporarse a la vida, la persona recuerda su pérdida con una sensación combinada de alegría y tristeza e internaliza su imagen.

Otro modelo de las fases del duelo es el de Kübler Ross, que expone en cinco fases que incluyen (Citado en Figueroa et al., 2020):

  1. Negación o rechazo de la realidad: Se da de manera inmediata y frecuentemente está relacionada con el estado de shock o de embotamiento emocional.
  2. Ira: Al superar la negación comienzan a surgir sentimientos de frustración, soledad e impotencia con respecto a la capacidad de modificar las consecuencias de la pérdida, se da una necesidad de dirigir el dolor externa o internamente.
  3. Negociación: La persona guarda la esperanza de que todo continúe igual, que las cosas no cambien. Se revaloran los recursos y realidad.
  4. Depresión: Se asume la realidad de la pérdida y ello genera sentimientos de tristeza y de desesperanza junto con otros síntomas de los estados depresivos, como el aislamiento social o la falta de motivación.
  5. Aceptación: En esta se toma conciencia de las diferentes condiciones de la vida e inicia un estado de calma asociado a la comprensión de la muerte o las pérdidas como parte natural de la vida humana.

Por lo general, la persona atraviesa el proceso de duelo entre seis meses y un año, inmediatamente después de que suceda la pérdida. Tiempo donde la persona logra resolver el duelo y volver a su estado previo a la situación, mostrando una mejora en su estado anímico, funcionalidad y bienestar. Los síntomas arriba descritos suelen atenuarse entre el primer y segundo mes posterior a la pérdida. Sin embargo, existen casos donde la persona no acepta pérdida y algunos síntomas persisten (Flórez, 2009b). 

Es importante comprender que el duelo es una experiencia que necesita ser compartida y acompañada. Cada persona experimenta diferentes emociones y sentimientos, los cuales deben respetarse y entenderse, ya que estos cumplen una función de adaptación y reconstrucción de la propia vida. Así que resulta más efectivo escuchar y acompañar por parte de la red social de apoyo , que tratar de anular las emociones o controlar las reacciones del doliente.

Cabe aclarar, que no es relevante el tiempo que tarda la persona en atravesar el proceso, sino más bien que complete cada una de las fases. Un indicador de que el proceso ha llegado a su fin, es cuando la persona muestra indicios de que es capaz de pensar en el objeto de la pérdida sin dolor. Pero, si, por el contrario, los síntomas se extienden o se agudizan puede resultar el duelo resultar patológico o también conocido como no resuelto o complicado. En este caso, según Erika Meza et al., la persona se desborda emocionalmente y recurre a conductas desadaptativas o permanece estático en alguna de las fases del proceso de duelo, sin conseguir avances para su resolución (2008c). Entonces se hace necesario consultar a un profesional para que le ayude a superar el duelo.

El psicoterapeuta le ayudará a superar el duelo a través de la psicoterapia individual, familiar o grupal, dependiendo los requerimientos del caso y utilizando algunas técnicas como: Desensibilización sistemática, la silla vacía (que simboliza al objeto perdido); el Psicodrama (expresión dramática a través del arte); conversación con fotos o dirigida; las narrativas de vida, etc. De forma general, lo que se busca es que la persona se permita abordar conscientemente el proceso y a través de ciertas tareas pueda afrontar la realidad.

Dichas tareas corresponden a tareas psicológicas que la persona debe realizar para progresar en la elaboración del duelo, según el modelo de Worden cada fase o momentos del duelo requiere de una tarea, como lo son (1997 Citado en Cabodevilla, 2007):

  1. Aceptar la realidad de la pérdida.
  2. Trabajar las emociones y el dolor de la pérdida. Expresar las emociones, ante alguien que escucha, es esencial para la elaboración del duelo.
  3. Adaptarse a un medio en el que el objeto está ausente. Es aprender a vivir solos, a tomar decisiones sin el otro. El duelo obliga a solucionar los problemas que surgen de la carencia del ser querido.
  4. Recolocar emocionalmente al objeto perdido y continuar viviendo.

El trabajo del terapeuta, en este proceso está marcado por una serie de principios básicos que incluyen:

SegúnTizón (2004 Citado en Morer et al., 2017):

  1. Acompañar más que tratar.
  2. Contención emocional, más que intervención e intervencionismo.
  3. Prudencia en las intervenciones: primero, las psicológicas; después, solo si son necesarias, las biológicas. Por último, si los núcleos vivenciales naturales y la red social no bastan, proponer cambios microsociales.
  4. La aproximación clínica, considerar que cada proceso de duelo es diferente en cada persona y en cada momento de su evolución.

Según Worden (1997 Citado en Morer et al., 2017):

  1. Facilitar el afrontamiento de la realidad de la pérdida.
  2. Ayudar a identificar y expresar sentimientos, sobre todo, ansiedad, culpa, ira y tristeza.
  3. Ayudar a vivir sin el objeto perdido.
  4. Facilitar la reubicación del objeto interno: al final se puede vivir sin…
  5. Dar tiempo.
  6. Interpretar la conducta “normal”.
  7. Permitir las diferencias interindividuales.
  8. Ofrecer apoyo continuo no puntual, interrumpido o incierto.
  9. Ayudar a explorar lo adecuado o inadecuado de las defensas.
  10. Derivar si el duelo es patológico o muy complicado.

Aunque no todo duelo requiere atención, y no todo doliente busca el acompañamiento, es importante comprender que el duelo es una crisis de características particulares y funcionales que requieren evolucionar y superar la situación. El duelo, puede resultar como una oportunidad de aprendizaje, crecimiento personal y realización, cuando es afrontado y superado.

Para finalizar, el duelo es una reacción natural y un proceso dinámico mediante el cual la persona expresa emocionalmente el sufrimiento que le provoca la pérdida de una persona, animal, objeto, ideales, libertades, etc., la forma en que se enfrenta la pérdida se ve influenciada por la personalidad, las experiencias de vida y el sistema de afrontamientos que posee, la cultura, la genética, etc., pero sobre todo por el valor que el doliente le atribuye al objeto de apego y a la propia pérdida.

Cabe recordar que toda pérdida representa un duelo y por tanto, un proceso para superarlo, pero el tiempo y la intensidad con que se viva es diferente para cada persona, los síntomas oscilan entre: sentimientos, expresiones somáticas, conductas y pensamientos, que se busca disminuir a través de un proceso cuyo objetivo es a partir de la aceptación conseguir que la persona se adapte y se cuyo objetivo es a partir de la aceptación conseguir que la persona se adapte y reintegre a su nueva realidad.

Referencia:

Morer, B., Alonso, R., & Oblanca, M. (2017). El duelo y la pérdida en la familia. Revisión desde una perspectiva relacional. Revista Redes, (36), 11-24. Recuperado de: https://redesdigital.com/index.php/redes/article/view/114/86

Cabodevilla, I. (2007). Las pérdidas y sus duelos. In Anales del sistema sanitario de Navarra (Vol. 30, pp. 163-176). Gobierno de Navarra. Departamento de Salud. Recuperado de: https://scielo.isciii.es/pdf/asisna/v30s3/original11.pdf

Flórez, S. (2009). Duelo. Anales Del Sistema Sanitario De Navarra, 25, 77–85. Recuperado de: https://recyt.fecyt.es/index.php/assn/article/view/5545

Figueroa, M., Cáceres, R., & Torres, A. (2020). Duelo. Manual de Capacitación para Acompañamiento y Abordaje de Duelo. Fundasil & UNICEF. Recuperado de: https://www.unicef.org/elsalvador/media/3191/file/Manual%20sobre%20Duelo.pdf

Garciandía, J. & Rozo, C. (2017). Dolor crónico y duelo. Revista Colombiana de Psiquiatría. doi:10.1016/j.rcp.2017.05.008. Recuperado de: https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0034745017300641

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Meza, E., García, S., Torres, A., Castillo, L., Sauri, S. & Martínez, S. (2008). El proceso del duelo. Un mecanismo humano para el manejo de las pérdidas emocionales. Revista de Especialidades Médico-Quirúrgicas;13(1):28-31. Recuperado de: https://biblat.unam.mx/hevila/Revistadeespecialidadesmedicoquirurgicas/2008/vol13/no1/7.pdf

Pelegrí, M & Romeu, M. (2011). El duelo, más allá del dolor. Universidad Nacional de Colombia. Recuperado de: https://repositorio.unal.edu.co/handle/unal/39121

Sopena, C. (2010) Nuevas perspectivas sobre el duelo. Revista de Psicoanálisis 59:131-138. Recuperado de: https://pep-web.org/browse/document/apm.059.0131a

Worden, J. W. (2013). El tratamiento del duelo: asesoramiento psicológico y terapia. Barcelona: Paidós.

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