Shock psíquico: Para reaccionar ante algún suceso traumático, se pone a prueba nuestros recursos psicológicos.

Por: Neighbors’ Consejo|

¿Alguna vez ha pasado usted por una situación que le haya provocado reacciones físicas y psicológicas muy fuertes y hasta quizás sintió no tener claridad de la realidad, ni de la forma de actuar frente a lo que estaba pasando? De ser así, es muy probable que usted hubiera enfrentado un trauma o estado de shock (choque en español) psíquico o emocional.

En el lenguaje común, estar en estado de shock es presentar un malestar emocional intenso a consecuencia de una situación traumática. De acuerdo a las estadísticas del Centro Nacional para el Trastorno por Estrés Postraumático, aproximadamente 7 u 8 de cada 100 personas sufren este trastorno en algún momento de su vida, siendo las mujeres las más propensas en comparación a los hombres. (Citado por el Instituto Nacional de la Salud Mental)

Cabe aclarar que, estas dos palabras shock y trauma aparecen relacionados en la mayoría de la literatura. Por ejemplo, en Figueroa, et al., (2016) basado en lo planteado en la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11), el trauma se conceptualiza como cualquier exposición a una situación estresante de naturaleza excepcionalmente amenazante u horrorizante, que probablemente producirá un malestar profundo en la mayoría de las personas (shock). Por su parte, el Diccionario Merriam-Webster.com, define al trauma como: un estado psíquico o conductual desordenado que resulta de un estrés mental o emocional severo o de una lesión física. Pero entonces, aclaremos ¿Qué es Shock?

El Doctor José Félix Patiño (2005), en su artículo “¿Shock o choque?”, plantea algunas definiciones como la dada por el Pequeño Larousse Ilustrado de Ramón García-Pelayo y Gross, donde define al Shock, como “la súbita y grave depresión física y psíquica producida por una conmoción fuerte”, así como la del Diccionario Enciclopédico, ediciones Larousse (2004) que lo describe como: “estado de abatimiento físico consecutivo a un traumatismo”.

En el mismo sentido, la Enciclopedia de Salud (2016), define al shock Psíquico como: “el choque emocional que provoca en el ser humano una reacción intensa en forma de crisis, generalmente desencadenada por un hecho traumático e inesperado y al cual no puede adaptarse”. Por ejemplo, una pérdida familiar, escolar o laboral; una catástrofe natural; agresiones físicas, sexuales, psicológicas, etc.; un evento traumático o violento (como un accidente o un robo); una noticia muy fuerte y/o una gran frustración, etc., es decir cualquier evento que la persona perciba como un hecho amenazante.

En relación al Shock, la Asociación Americana de Psicología (2013) plantea que este se considera una perturbación súbita y a menudo intensa del estado emocional, que puede provocar sentimientos de aturdimiento o sobrecogimiento y hacer que la persona afectada se sienta temporalmente atontada o desconectada de la vida.

Puesto que, cuando el ser humano percibe un estímulo, inicia una cadena de respuestas, donde el shock podría ser la reacción inicial y desarrollarse en tres fases, según Elena Martínez (2021):

  1. Fase de impacto: Es la fase inmediata luego del suceso en la que se produce el estado de shock en sí. Es el momento en el que el organismo recibe el estímulo y este provoca miedo e incertidumbre el organismo responde ante el suceso mediante lucha, huida o bloqueo y se da inicio a los síntomas.

De acuerdo con Soria, esta primera reacción afecta el estado psicológico del sujeto y se da en dos formas: a. Shock activo: Agitación, gritos, enturbiamiento de la conciencia, hiperactivación, deambulación; y, b. Shock pasivo: catatonía, paralización o hipoactividad motriz, deambulación, enturbiamiento de la conciencia. (2005 Citado en Muñoz, 2013)

  1. Fase intermedia: Pasado el estado de shock, se experimentan sentimientos de reacción como tristeza, miedo o soledad, se inicia un proceso de asimilación donde la persona se va haciendo cada vez más consciente del suceso.
  2. Fase de aceptación: Se da posteriormente, cuando la persona acepta totalmente lo sucedido y maneja de forma más eficaz sus pensamientos y emociones. Sin embargo, se siguen provocando emociones intensas.

Ahora bien, las causas del shock, se pueden explicar desde diferentes enfoques teóricos del antes, durante y después del trauma:

  1. Modelo biológico:
  • Estudios realizados durante la Primera Guerra Mundial sobre el shock traumático (1923), por el Fisiólogo Walter Cannon (1871–1945) y quien fuera también el pionero en el estudio del sistema nervioso autónomo, las emociones y la transmisión química de los estímulos nerviosos, etc. (Citado por Ryan, 2018) a.Alteración en el procesamiento del miedo a través de la hiperactividad de la amígdala y la corteza prefrontal (Reynaud et al., 2015).
  • Respuesta del organismo que desencadena una serie de mecanismos de defensa, donde juega un papel fundamental el Sistema Nervioso Central, el Sistema Suprarrenal y el Cardiorespiratorio. Cuando la homeostasis interna está en peligro, se activa el sistema endocrino y su respuesta depende de la intensidad del agente estresante, de la duración de la exposición y de la capacidad del sistema para compensar el estrés. (Thaller, et al., 2003)
  1. 2. Modelo de la integración de la memoria:
  • Las imágenes de un suceso traumático ocasionalmente se pueden integrar de forma caótica y desestructurada en la memoria emocional del individuo, lo que provoca la aparición de pensamientos repetitivos indeseados, pesadillas y alteraciones de la memoria, en forma de relatos fragmentados y desorganizados, o surgir inesperada e incluso inoportunamente recuerdos parciales con una gran intensidad emocional. Estos pensamientos invasivos interfieren negativamente en la adaptación del individuo al entorno. (Echeburúa et al., 2016 Citado en Echeburúa, & Amor, 2019).
  • En otras personas, ocurre lo contrario, los eventos traumáticos se recuerdan  incompletos y erráticos, lo que dificulta la evocación del suceso, provocando una carga emocional negativa de vergüenza, de culpa u odio, etc. según sea el caso. (De la Cruz, 2017 Citado en Echeburúa, & Amor, 2019)
  1. 3. Modelo Ambiental:
  • Depende de la gravedad del trauma, como el peligro vital percibido, las lesiones personales, la violencia interpersonal (especialmente el cometido por un cuidador), presenciar atrocidades o muertes. (APA, 2014)
  • Vulnerabilidad social como necesidades económicas, disfunción familiar, cultural, etc. (APA, 2014)

Autores como Bryant y Harvey, han propuesto un modelo integrador, que incluye: la dimensión temporal en la reacción traumática, los factores predisponentes, la red de miedo y las estrategias de afrontamiento. (2000 Citados en Canto, 2017)

Ahora bien, no todos los seres humanos reaccionan igual, por lo que cuando el organismo entra en estado de shock se puede manifestar de diferentes formas, generalmente se presentan síntomas característicos que afectan aspectos físicos, emocionales, cognitivos e interpersonales, lo que puede ser un indicador de la gravedad de lo que está experimentando la persona. El Centro Nacional para el Trastorno por Estrés Postraumático, del Departamento de Asuntos de Veteranos de los Estados Unidos, presenta una lista de las reacciones más comunes frente a experiencias traumáticas:

“nariz afilada, ojos ahuecados, sienes sumidos, orejas frías y contraídas, con los lóbulos hacia fuera, la piel de la cara seca, tensa y abrasada, el color del rostro de un tono uniforme, amarillo o negro, lívido o menos colorado.” Descripción de Hipócrates de Cos, (Padre de la Medicina) hace dos mil quinientos años que parece corresponder a un paciente en estado de shock. (Citado en Patiño, 2005).   

Otros síntomas descritos por diferentes autores incluyen también (García, 2022; Martínez, 2021; Figueroa, et al., 2016):

  • Presión arterial muy baja
  • Agitación y temblores.
  • Mareos, vértigos, desmayos, pérdida de conocimiento y vómitos.
  • El bajo aporte de oxígeno hace que las mucosas y las uñas tomen un color azulado.
  • Escalofríos. Piel pálida y humedad, y abundante sudoración.
  • Tensión muscular
  • Respiración lenta y superficial o respiración rápida y profunda, originando una hiperventilación.
  • Dolor en el tórax y problemas para respirar.
  • Baja autoestima.
  • Angustia y/o ansiedad.
  • Confusión mental.
  • Desrealización. (el mundo alrededor del individuo se experimenta como irreal)  
  • Despersonalización. (sentido de irrealidad de uno mismo, del propio cuerpo, o del tiempo)
  • Falta de reacción.
  • Bloqueo Cognitivo.
  • Ganas de escapar.
  • Incremento en los conflictos personales.
  • Retraimiento Social.
  • Reducción de la satisfacción.
  • Externalización de la culpa y la vulnerabilidad.
  • Sobreprotección.

Con lo dicho hasta aquí, se podría decir entonces que shock o trauma es una reacción física y psicológica de la que surgen emociones muy fuertes y pueden provocar un alto grado de estrés, estas reacciones pueden variar de una persona a otra, en cuanto cambian de duración, gravedad, y también el sentido de percepción de cada individuo. En este sentido, juega un papel fundamental los recursos con que cuenta la persona para afrontar la situación, haciendo referencia a las estrategias de afrontamiento, mecanismos de defensa, resiliencia, etc.

Es importante reconocer que el estado de shock como tal dura solo unas horas o días, pero de no tratarse a tiempo puede acarrear consecuencias a largo plazo. Tal como se puede observar en la siguiente tabla basada en Muñoz (2013).

En efecto, el trauma emocional ahora cuenta con un capítulo específico en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales en su quinta edición (DSM- V), de la Asociación Americana de Psiquiatría (2014) denominado: Trastornos Relacionados con Traumas y Factores de Estrés, donde de manera puntual se pueden reconocer al Trastorno de Adaptación, al de Estrés Agudo (TEA) y el de Estrés Postraumático (TEPT). Estos cuadros patológicos causan síntomas similares, pero difieren según su duración y el factor estresante, ya que, para el caso del Trastornos de Adaptación, la causa puede ser de cualquier gravedad no especifica en los criterios del TEA y del TEPT, como lo son: Exposición a la muerte, lesión grave o violencia sexual, ya sea real o amenaza.

De acuerdo con esa clasificación, si la persona al sufrir el trauma desencadena los síntomas arriba mencionados y esto le induce una ansiedad que incluya forma de revivir el suceso (ideas intrusivas) o de reactividad a este, como irritabilidad o agresividad, así como síntomas disociativos, durante los tres días siguientes y hasta un mes después, este cuadro recibirá el nombre de “Trastorno de Estrés Agudo”, en el caso de los Estados Unidos como el de otros países la identificación de este trastorno es de menos del 20 %, prevalece sobre traumas como accidentes de vehículos a motor (13 y el 21 %), lesiones cerebrales traumáticas leves (14 %), casos de asalto (19 %), quemaduras graves (10 %), accidentes industriales (16 y el 12 %) y eventos traumáticos interpersonales como asalto, violación y ser testigo de un tiroteo masivo (20 y el 50 %). (APA, 2014)

Si después de un mes los síntomas persisten, este recibirá el nombre de Trastorno de Estrés Postraumático, la afectación puede provocar un malestar duradero e intenso o el afectado puede revivir de forma recurrente e involuntaria el acontecimiento, esto le lleva a presentar los síntomas emocionales y de comportamiento descritos anteriormente, donde sobresale la excitación, la externalización de reactividad, los síntomas disociativos.

Las causas más frecuentes de este trastorno incluyen las amenazas o el abuso sexual real (p. ej., la penetración sexual forzada, la penetración sexual facilitada por drogas o alcohol, el contacto sexual abusivo, el abuso sexual sin contacto, el tráfico sexual), ser secuestrado o tomado como rehén, los ataques terroristas, la tortura, el encarcelamiento como prisionero de guerra, los desastres naturales o humanos y los accidentes de tráfico graves, la amenaza o el asalto físico real (p. ej., la agresión física, el robo, el atraco, el abuso físico en la infancia) y la exposición a la guerra como combatiente o civil. (APA, 2014)

Aunque las causas no pueden limitarse a éstos aspectos, esta última la de exposición a la guerra se considera relevante por ser los primeros estudios sobre el shock traumático (1923) realizados durante la Primera Guerra Mundial por el Fisiólogo Walter Cannon. (Ryan, 2018a)

Por tanto, el estado de shock requiere de un manejo especial que incluye las redes de apoyo y la intervención en crisis. Según, Amalia Osorio (2017) la intervención en crisis se divide en dos instancias:  

  • Primera: Consiste en dar los primeros auxilios psicológicos y restablecer el enfrentamiento inmediato ante la crisis que se está viviendo. Es un apoyo breve e inmediato que se realiza generalmente en el lugar donde sucede la crisis o si la persona es trasladada se llevará a cabo allí. Se busca ayudar al individuo a restablecer su estabilidad emocional, física, cognitiva, conductual y social. Esta puede ser brindada por policías, enfermeras, padres y maestros, entre otros, quienes tienen como fin reducir la mortalidad y facilitar el contacto con los servicios de asistencia.
  • Segunda: Consiste en brindar a las personas que lo requieren un proceso psicoterapéutico dirigido por un profesional de la salud mental y busca ayudar a resolver la crisis, superar el incidente y fortalecer las habilidades y herramientas de afrontamiento del paciente.

Hay que mencionar, además que el diagnóstico de los trastornos Relacionados con Traumas y Factores de Estrés es de carácter clínico y lo da un profesional, quien elegirá el tratamiento terapéutico a seguir de acuerdo a las necesidades del paciente. Según el Centro Nacional para el Trastorno por Estrés Postraumático, las terapias más efectivas son: Terapia de conservación, de exposición prolongada, de procesamiento cognitivo, desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares. Recuerde, como siempre reiteramos: el diagnóstico temprano minimiza riesgos y consecuencias psicológicas graves o la propia cronificación del cuadro.

En conclusión, se puede decir que un suceso traumático desencadena en las personas una múltiple reacción súbita e inesperada que afecta de forma nerviosa, fisiológica y bioquímica el organismo. Si bien, la reacción difiere de persona a persona, pero siempre juega un papel importante las habilidades psicológicas del individuo, las estrategias de afrontamiento y la capacidad de resiliencia. Puesto que, las sensaciones de miedo e incertidumbre intensas pueden generar un shock psíquico o emocional que algunas veces no representa mayor riesgo para la persona, pero también puede llegar a ser crónico y terminar por desencadenar un Trastorno Mental como el de estrés agudo o el Trastorno de estrés postraumático, cuyo manejo depende de la gravedad de los síntomas, pero siempre durante la crisis es vital contar con los primeros auxilios psicológicos y buscar asistencia profesional.

Referencias:

Asociación Americana de Psiquiatría [APA]. (2014). Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5), Quinta Edición. Arlington, VA.

Asociación Americana de Psicología. (junio 17, 2013). Cómo manejar el estrés traumático: Consejos para manejar la inquietud relacionada con la época de huracanes. https://www.apa.org/topics/disasters-response/inquietud

Canto, M. (2017). Prevalencia, intensidad de los síntomas y factores de riesgo para el trastorno de estrés agudo en mujeres víctimas de una agresión sexual reciente atendidas en urgencias. Universidad Autónoma de Barcelona. Recuperado de: https://www.tdx.cat/handle/10803/458521#page=1

Centro Nacional para el Trastorno por Estrés Postraumático. (s. f.). Reacciones comunes después de un trauma. Departamento de Asuntos de Veteranos de los Estados Unidos. Recuperado de: https://www.ptsd.va.gov/spanish/common_reactions_sp.asp#:~:text=Sentirse%20espantado%2C%20indiferente%2C%20o%20ser,Sentirse%20repentinamente%20molesto%20o%20agitado

Echeburúa, E., & Amor, P. J. (2019). Memoria traumática: estrategias de afrontamiento adaptativas e inadaptativas. Terapia psicológica37(1), 71-80. Recuperado de: https://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0718-48082019000100071&script=sci_arttext

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Muñoz, J. (2013). La evaluación psicológica forense del daño psíquico: propuesta de un protocolo de actuación pericial. Anuario de Psicología Jurídica. 23(1), pp. 61-69. Recuperado de: https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S1133074013700102

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