No es pereza, la fatiga mental y emocional si existe y es producto del estrés por sobrecarga laboral, académica o emocional.
Por: Neighbors’ Consejo|
“Simón tiene 45 años, pero dice tener tan poca energía como un adulto mayor de 90 años y verse mucho más cansado que sus compañeros de trabajo, asegura que ya descarto cualquier afectación física que pueda estar causando su agotamiento. Le cuesta mucho despertar en las mañanas y levantarse de la cama, al regresar del trabajo le es difícil dedicar tiempo para jugar con sus hijos, incluso para hablar con su esposa, si se recuesta en el sofá para ver una película, no logra pasar de los anuncios porque su mente se llena de pensamientos recurrentes, sobre todo trabajo y cosas pendientes, Los fines de semana prefiere estar en casa y no salir de la cama, y aunque Simón tiene una familia preciosa, un trabajo estable, un apartamento y carro sin hipoteca, padece un cansancio que le hace parecer desconectado de todo lo que sucede a su alrededor, realmente parece sentirse infeliz.”
En este caso se puede observar un sentimiento de debilidad y agotamiento que hacen que Simón se sienta menos funcional que antes, lo que puede corresponder a un estado de fatiga o cansancio extremo ¿Por qué?
Generalmente, el término fatiga es utilizado para referirse al estado de cansancio extremo ya sea por causas físicas o mentales. Puntualmente, el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales en su 5a edición, plantea que la fatiga es “un estado (también llamado agotamiento, cansancio, letargo, languidez, lasitud y apatía) generalmente asociado con una debilidad o un agotamiento físico de la persona y/o los recursos mentales, que implica desde un estado general de letargo a una percepción específica de sensación de ardor inducida durante el trabajo muscular” (DSM-5, 2014)
Igualmente aclara que, la fatiga física conduce a una incapacidad del funcionamiento normal de la actividad, es decir la falta de rendimiento, mientras que la fatiga mental, se manifiesta como somnolencia o sueño. En el mismo sentido, Berger et al. (1991), indica que la fatiga es una falla orgánica funcional, causada por el consumo excesivo de energía. Por su parte Ream y Richardson (1997), la definen como “Un síntoma subjetivo y desagradable que incorpora sensaciones corporales totales que van desde el cansancio hasta el agotamiento, creando una condición general implacable que interfiere con con la capacidad de las personas para funcionar de manera normal”. (Citados en Aaronson et al., 1999)
Tal como lo considera Lauren Aaronson et al., (1999) la fatiga produce una agotamiento o dificultad para la realización de actividades físicas o intelectuales cotidianas, y que puede estar asociado a diferentes enfermedades físicas y mentales agudas como, por ejemplo: artritis reumatoide, diabetes, la esclerosis múltiple, el SIDA, el cáncer, los trastornos alimenticios, etc. Sin embargo, es muy común en el funcionamiento de la vida cotidiana, llegando a convertirse en la principal perturbación de las personas con síndrome de fatiga crónica.
Ahora bien, teniendo en cuenta la información presentada en Medline Plus, el servicio de la Biblioteca Nacional de Medicina de EE.UU., la fatiga es la sensación de falta de energía y de motivación, si bien es un síntoma común de algunas enfermedades orgánica, también puede ser un signo de algún trastorno físico o mental grave y se puede dar en respuesta a un esfuerzo físico o mental, estrés emocional, aburrimiento o a falta de sueño y, cuando este no mejora con descanso y buena alimentación, se hace necesario una valoración profesional ya que podría resultar en una fatiga crónica o conocida también como encefalomielitis miálgica, la cual se caracteriza por ser persistente o intermitente durante más de 6 meses, inexplicada e invalidante, que no mejore con el descanso (Fernández, 2002).
Lo anterior, permite identificar la existencia de diferentes tipos de fatiga, unos debido a su duración y otros según sea su causa, como, por ejemplo: el sobreesfuerzo del organismo desarrollaría una fatiga física la cual disminuye la capacidad de rendimiento del individuo, igual que un esfuerzo mental excesivo causaría la fatiga mental o fatiga emocional, dado la sobrecarga emocional que trae consigo.
Cabe mencionar, que todos estos subtipos de fatiga muestran ciertas características en común, de acuerdo con la Delegación del Rector para la Salud, Bienestar social y Medio Ambiente, de la Universidad Complutense de Madrid (2013) por ejemplo: Una persona fatigada disminuye su capacidad de respuesta o de acción, toda vez que esta afecta su organismo como un todo desde lo físico, psíquico, y también somático, aunque en diversos grados, dado que depende de la percepción personal (subjetividad); la fatiga tiende a hacerse crónica y persistente por lo que representa gran dificultad para mejorar; es un fenómeno multicausal y tiene implicación en todo los niveles de la vida.
Ahora bien, en este artículo se amplía la información con respecto al tipo de fatiga relevante desde la perspectiva de la salud mental, específicamente lo referente a la fatiga mental y emocional.
Según la psicóloga Marta Guerri del portal Psicoactiva, la fatiga mental y emocional se define como “estado de agotamiento físico y psicológico extremo, que provoca la disminución de la funcionalidad física y mental del individuo, causado por el exceso de exigencias a nivel intelectual o personal y una exposición continua a elevados niveles de estrés, ansiedad, angustia o incluso depresión.” Por su parte, Francisco Alarcón et al., (2017) explican que la fatiga mental es el resultado acumulativo del esfuerzo mental a lo largo del tiempo, y se manifiesta de forma similar a la fatiga física.
Además, el Equipo Editorial Sanarai, explica que es un estado de ausencia de energía y falta de motivación, causado por la sobrecarga de esfuerzo psíquico que se da durante algunas situaciones que resultan abrumadoras, como cambios importantes o problemas sin resolver. En pocas palabras, este tipo de fatiga no se da por la tarea, responsabilidad o situación en sí, sino, por la tensión emocional que provoca la situación o por el esfuerzo que requiere llevarlas a cabo, puesto que la capacidad de reacción no es suficiente para la exigencia.
En relación a los síntomas asociados a este estado de agotamiento, se han identificado en tres dimensiones y se relacionan a en el siguiente cuadro en base a Raypole (2020):
Mentales y emocionales | 1. Sentimientos de depresión, incluido un estado de ánimo persistentemente triste, bajo o desesperanzado. 2. Sentimientos persistentes de ansiedad. 3. Dificultad para preocuparse por nada. 4. Sentimientos persistentes de ansiedad. 5. Sensación de desapego, cinismo o pesimismo. 6. Ira o irritabilidad. 7. Dificultad para procesar y manejar las emociones. 8. Sensación de Pavor Disminución de la motivación y la productividad. 9. Sentirse letárgico o ralentizado en los movimientos o respuestas. 10. Dificultad para concentrarse , recordar información, ordenar pensamientos o completar el trabajo correctamente. |
Físicos | 1. Dolores de cabeza y cuerpo. 2. Dolor de barriga Problemas para dormir , que incluyen fatiga crónica, somnolencia e insomnio. 3. Cambios en el apetito y el peso. 4. Enfermedades frecuentes , como resfriados y gripe Sensación general de malestar |
Comportamentales | 1. Se encuentra posponiendo constantemente tareas en la escuela, el trabajo o en la casa. 2. Notar una disminución en su rendimiento en el trabajo o la escuela. 3. Beber alcohol o usar otras sustancias para ayudar a controlar los síntomas. 4. Comienza a evitar a las personas con las que normalmente disfrutaba pasar el tiempo. 5. Sentirse irritable o distraído con los demás y tener problemas para prestar atención durante las interacciones. 6. Tiene problemas para administrar responsabilidades o mantener compromisos personales o laborales. 7. Recibe llamados de atención con mayor frecuencia. |
Ahora bien, es importante reiterar que la fatiga se genera toda vez que una persona ha sufrido una carga de trabajo, responsabilidades o situaciones personales, que le representan un mayor estrés de lo que puede soportar. Esta situación puede presentarse en diferentes circunstancias o ser causada por diferentes aspectos como por ejemplo: Conflictos en las relaciones interpersonales; inestabilidad económica o la percepción de esta; insatisfacción en el trabajo: exigencia laboral o académica; tener una enfermedad crónica o condición de salud mental o el cuidado de un enfermo o de un ser con necesidades especiales; tener un bebé; las pérdidas en general, por ejemplo de una relación de pareja, de empleo, por muerte, etc. (Raypole, 2020).
Sea cual sea la causa de la sobrecarga, lo cierto es que la persona también experimenta una saturación de emociones contenidas como la frustración, la angustia, la tristeza por no poder hacer todo lo que inicialmente se tiene programado, no rendir lo suficiente o incluso por no poder adaptarse a la realidad, de alguna manera no se establecen prioridades, sino más bien se está girando en torno a las exigencias del entorno.
Por ello, de acuerdo a Ciara Molina (2022), la mejor manera de afrontar la fatiga mental y emocional es:
- Identificar y reconocer la causa del agotamiento.
- Afrontar la situación.
- Calmar la mente, a través de ejercicios de respiración, meditación, mindfulness, etc.
- Dormir lo suficiente.
- Hidratación adecuada.
- Realizar actividad física.
- Establecer prioridades.
- Establecer límites, aprender a decir que no.
- Comunicación asertiva.
Otras cosas que podrían funcionar incluyen: (Guerri, 2021)
- Tomarse un descanso, puede hacer algo que le agrade.
- Centrarse en el momento presente.
- Abandonar los sentimientos de culpa.
- No aislarse.
Por lo general, la fatiga emocional resulta ser más frecuente en ámbitos académicos y laborales, por la carga de trabajo ya sea por su complejidad, duración, exigencia, entre otras. En efecto, Barreto y Salazar, (2021) señalan que los estudiantes, sufren desgaste mental y físico, relacionado a la sobrecarga de tareas, falta de tiempo para realizar los trabajos académicos y la propia preparación de los exámenes, y que pueden ser experimentadas como situaciones estresantes y llegar a sobrepasar sus capacidades, por lo que aumentar el riesgo de padecer agotamiento mental y emocional como síntoma principal del “síndrome de burnout” o síndrome del “trabajador quemado”.
Este síndrome se considera una afectación en ambientes tanto académicos, como laborales y puede impactar a cualquier persona. Según la Organización Mundial de la Salud (2019), el burnout es “un síndrome conceptualizado como resultado del estrés laboral crónico que no se ha manejado con éxito” y se caracteriza por tres dimensiones:
- Sentimientos de agotamiento o agotamiento de la energía.
- Mayor distancia mental del trabajo de uno, o sentimientos de negativismo o cinismo relacionados con el trabajo de uno; y
- Disminución de la eficacia profesional.
Su prevalencia llevó a que la Organización Mundial de la Salud en el 2000, lo calificara de riesgo laboral, en especial de aquellos trabajos donde se tienen contacto frecuente con otros, por ejemplo, labores de cuidado de la salud, como: médicos, enfermeras, odontólogos y psicólogos, toda vez que, este trabajo requiere una mayor capacidad de entrega y respuesta inmediata, y si el profesional no cuenta con estos recursos emocionales, puede llegar a presentar ansiedad, frustración, baja autoestima, soledad, depresión y otros problemas emocionales. (Barreto y Salazar, 2021) Además, es importante mencionar que este síndrome toma relevancia puesto que afecta no solo la calidad de vida y la salud mental del profesional, sino, también por lo que pone en peligro la salud del paciente. (Gutiérrez et al., 2006)
Según la Clínica de Mayo (2020), este síndrome afecta casi todas las dimensiones de la vida del individuo provocando consecuencias entre las cuales se pueden observar: el estrés excesivo; la fatiga; el insomnio; sentimientos de tristeza, enojo o irritabilidad; consumo de alcohol y sustancias; enfermedad cardíaca; presión arterial alta; Diabetes tipo 2; vulnerabilidad a enfermedades y trastornos mentales. A nivel laboral disminuye la capacidad de trabajo, aumentan las dificultades con los compañeros y el trato hostil, se genera una comunicación deficiente, se disminuye la calidad de la tarea y se experimenta insatisfacción por el trabajo realizado.
Es por eso, que se hace necesario sensibilizar la problemática y consultar un profesional de ser necesario, sin embargo, algunas estrategias que ayudarán a prevenir este síndrome y sus consecuencias, son:
- Establece tus límites: No te excedas hasta llegar al agotamiento para cumplir con tus labores. Recuerda, que tu mente y tu cuerpo tienen un límite y hay que respetarlo para que no te enfermes.
- Pedir ayuda.
- Desconéctate al término de la jornada laboral y dedica tiempo a tu vida personal.
- Cuida tu salud: mantén una alimentación saludable y las horas adecuadas, realiza actividad física, esto no permitirá que el estrés laboral te afecte al punto de enfermarte.
- Cuida tu dinero: Los problemas financieros suelen ser una causa muy frecuente de este tipo de padecimiento. Controla tus gastos para llegar a fin de mes sin angustias.
- Encuentra el trabajo adecuado: Si te sientes aburrido o aburrida es momento de salir de tu zona de confort y empezar a buscar un nuevo espacio para ti.
- Haz pausas activas: Estas deben realizarse una o dos veces durante el día, ojalá guiadas por un profesional que indique los ejercicios adecuados, de acuerdo con la actividad que realices.
- Cambia de lugar para almorzar: Nunca almuerces en el puesto de trabajo, desplázate a otro espacio.
- Disfruta tu tiempo libre: Realiza actividades diferentes que rompan con la rutina del trabajo y también de la casa.
Finalmente, entender que los desafíos del día a día ya sean laborales, académicos, familiares, personales, financieros, etc., y que requieren mayor esfuerzo mental o físico para su realización, tienden a sobrecargar la mente y el cuerpo hasta que estos experimenten un cansancio o agotamiento extremo que disminuye su funcionalidad, casi como si el organismo se fundiera. Este cansancio es conocido como fatiga y se manifiesta de diferentes formas desde tres dimensiones física, mental y comportamental; por ejemplo, una persona fatigada puede verse desmotivada, irritable, sufrir dolores de cabeza, tener problemas para dormir, concentrarse y ser productiva, entre otras. Lo cierto es que, si bien todos los seres humanos experimentamos cansancio, cuando este llega a ser crónico se convierte en un riesgo para desarrollar enfermedades crónicas o trastornos mentales graves. Entonces es necesario reconocer la causa del cansancio y buscar apoyo profesional si es necesario.
Referencias:
Asociación Americana de Psiquiatría. (2014). Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales 5a Ed, (DSM-5).
Aaronson, L., Teel, C., Cassmeyer, V., Neuberger, G., Pallikkathayil, L., Pierce, J., … Wingate, A. (1999). Defining and Measuring Fatigue. Image: The Journal of Nursing Scholarship, 31(1), 45–50. Recuperado de: https://sigmapubs.onlinelibrary.wiley.com/doi/epdf/10.1111/j.1547-5069.1999.tb00420.x
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